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Viven un mundo que ya no existe

por Gustavo Moreno.


A la actual generación política le ha tocado desempeñar su actividad en una época marcada por la cuarta revolución. Una era de inventos tecnológicos como nunca antes se habían visto. En dos meses actuales se avanza más en materia de ciencia y tecnología que en varias décadas del siglo pasado.


Eso impacta en todos los órdenes de la vida. Las personas, cada vez más, tienen acceso a información en tiempo real y por muchas plataformas; reciben opiniones y a la vez son capaces de opinar y responder de la misma manera. Las épocas en que los políticos hablaban desde las tribunas públicas esperando aplausos de militancias disciplinadas y obedientes pasaron a la historia. Aquello, en realidad, lo que probaba era capacidad organizativa, no de convocatoria sincera. Al presente, los grupos, en especial los jóvenes, se auto-convocan y se movilizan únicamente cuando el mensaje de un líder conecta realmente con ellos y sus necesidades.


Diferentes estudios en América Latina demuestran que la ideología ha pasado a un segundo plano hoy. La gente pone atención y actúa únicamente cuando un político habla y luego resuelve problemas concretos. Necesidad evidente de cambio. Sin embargo, pareciera que la antigua clase política, y muchos de sus analistas, aún no han entendido. Siguen con sus marchas, sus héroes y villanos, que nada significan para las nuevas generaciones, sus debates "institucionales" que a nadie importan. Hay rechazo de las cúpulas impositivas.


La firma de los Acuerdos de Paz, un logro histórico de hace casi ya tres décadas, trajo avances importantes. Pero en términos generales nuestro país sigue siendo pobre, atrasado, y miles de familias salvadoreñas continúan viviendo en condiciones de extrema pobreza. Podemos decir incluso que en algunos rubros hemos involucionado. El sistema de salud pública es un desastre, el de transporte colectivo es un atentado contra la vida, las pandillas son una secuela de la guerra, la falta de oportunidades, de educación y de marginación social.

Muchos jóvenes finalizan ilusionados sus estudios universitarios luego de cinco o más años y una fuerte inversión económica, solo para enfrentar el rótulo: "No hay plazas vacantes".


La gente necesita nuevas formas resolutivas en la política. En mi opinión, los políticos que nos precedieron, si quieren en realidad aportar algo al país, deberían dejar de aferrarse a sus cargos y más bien compartir sus experiencias con los más jóvenes, o aún más importante, aprender a interpretar el nuevo sentimiento de la ciudadanía. No puede seguir pasando que los mismos que han dado las recetas de un mejor país en los últimos 30 años sigan hablando de esas fórmulas del desarrollo, de esas que nunca tuvieron éxito y que cuando muchos de ellos tuvieron la oportunidad de implementarlas, no lo hicieron.


Y no es un tema de edad sino de legitimidad, de poder decir las cosas, de representatividad y de comunicación con la gente. Esto es lo que más le está costando entender a los que se aferran a un sistema que ya expiró y no tiene legitimidad con la gente.


El relevo, como una ley universal, es inevitable, los cambios en la forma de comunicar y hacer las cosas de igual manera es inevitable y no solo en el campo político sino también en los negocios, en las asociaciones gremiales y sindicales. Y si esto es inevitable ¿por qué seguir aferrados a un mundo que ya no existe? Es hora del relevo.

 
 
 

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